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Música académica en Argentina

  • Cesar Peñaloza
  • 17 abr 2015
  • 2 Min. de lectura

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La música académica se considera aquella que tiene el estudio profundo de la estructura en la que se escribe cada pieza musical, pero que también hace estudio de la armonía de forma muy profunda para crear verdaderas obras de arte. La música académica esta incluida dentro de la música culta o docta por tener estudios muy profundos de armonía, forma, estilo, y sobre todo mucho virtuosismo.

Tal como lo indica de la Riesta (2015), a comienzos del siglo XVIII, en América se propició la enseñanza de la música y se intensificó el aporte del viejo continente a través de la visita de músicos y de la importación de partituras y libros de música. En Buenos Aires el primer teatro de óperas y comedias y en 1783 se inauguró el Teatro de la Ranchería.

El Himno Nacional Argentino fue escrito por Vicente López y Planes en 1812 y compuesto por Blas Parera, compositor español, en 1813. La Asamblea General Constituyente del Año XIII ordenó componer la letra del himno con fecha 6 de marzo de 1813 y lo aprobó como "Marcha Patriótica" el 11 de mayo de 1813. Con el movimiento emancipador de Mayo, se renovó la canción patriótica, destacándose figuras como Vicente López y Planes, Blas Parera, Luis Ambrosio Morante y José Picazarri.

A ellos le siguieron los denominados precursores, primeros compositores nacidos en suelo argentino: Juan Pedro Esnaola, Amancio Alcorta y Juan Baustista Alberdi. No se trataba de profesionales sino de aficionados, que alternaban su vocación musical con otras actividades. Los géneros en boga eran la música de salón, concebida para la danza, y la canción; al igual que en Europa, la música de cámara formaba parte de la vida cotidiana.

La generación siguiente incluyó a músicos ya profesionales: son los nacidos entre 1860 y 1875, entre cuyos representantes más notables figuran Alberto Williams, Julián Aguirre y Arturo Berutti. A esta generación le sigue un conjunto destacado de músicos nacidos entre 1875 a 1890, que estudiaron en Europa y al regresar desarrollaron su actividad como creadores, docentes, fundadores de institutos o directores de sociedades musicales. Su formación los llevó a incursionar en todos los géneros y a adoptar una actitud más conciente ante la recolección folklórica. Entre ellos se destacan Felipe Boero, Ernesto Drangosch, Floro Ugarte y Carlos López Buchardo, director–fundador en 1924 del Conservatorio Nacional de Música y Arte Escénico que hoy lleva su nombre.

A partir de fines de la década del 20 se produjo la irrupción de lenguajes neoclásicos en la música culta argentina, lo que significó la primera aparición de una vanguardia que cambió el rumbo de la generación anterior. La producción argentina en las décadas del 40 y del 50 estuvo a cargo de los primeros egresados del Conservatorio Nacional y en este escenario, dos músicos representaron las dos tendencias en pugna: Alberto Ginastera y Carlos Guastavino.

A comienzo de la década del 60, se generan cambios experimentales de relevancia y destacan Alicia Terzian, Guillermo Graetzer y Roberto García Morillo. En la actualidad, los creadores argentinos que no desdeñan la exploración instrumental, la electroacústica, y la apropiación de nuevas tecnologías, consolidan una trayectoria musical que prestigia al país. Por citar sólo algunos: Oscar Di Lisia, Carlos Carmona, Gabriel Senanes o Ricardo de Armas.

 
 
 

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